Ella lo mira pero no dice nada,
sus palabras quedaron prisioneras de tan precioso sentimiento
y solo una lágrima asoma al borde de sus ojos.
Él, en cambio, saborea el dulce olor que emana de su pelo,
con los ojos cerrados,
pero no la mira,
no necesita hacerlo para saber que está ahí,
para recordar como es.
La mano de ella,
pequeña e insegura se mueve nerviosa,
se acerca a la de él
pero no se decide.
Él que la siente se la coge,
con firmeza,
la rodea con sus fuertes dedos
intentando protegerla de todo y de todos,
y entrelaza sus dedos con los de ella.
Abre los ojos por primera vez,
la mira,
le susurra algo al oido,
se miran de nuevo
y empiezan a caminar el uno al lado del otro.
Y es hoy el día,
que después de 50 años,
siguen caminando por el sendero,
cogidos de la mano,
sin perder nunca la sonrisa ni el amor que los une.
Pero si miran atrás descubrirán
que hace mucho que no hacen el camino solos,
que toda su familia los seguimos
contagiados de ese amor
y aprendiendo a caminar por la senda de la vida.
Gracias por permitirnos compartir el camino con vosotros,
a vuestro lado se hace menos duro.
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Es precioso Clara y me emociona leerlo, y os veo a ti y a Andrea en el atril leyendo, ay.
ResponderEliminarBesos sobrina.